viernes, 19 de abril de 2013

"La historia del perro y el conejo" La gran importancia de decir siempre la verdad

La mayoría de la gente no está consciente de la importancia que tiene el decir siempre la verdad; y las consecuencias que puede ocasionar una mentira, por más pequeña que ésta sea. Te cuento una historia con reflexión final, que explica la importancia de no mentir:

Como sucede en todas partes, en uno de tantos barrios vivían familias vecinas que se llevaban muy bien. El papá de una de ellas les compró un conejo a sus hijos. Los hijos del otro vecino, también le pidieron una mascota a su papá. El hombre les compró un cachorro de pastor alemán.

Con sencillez, el primero le comentó a su amigo que tenía miedo de que su perro se comiera al conejo de sus hijos, pero el otro le dijo:

- ¡De ninguna manera! Piensa, mi pastor es cachorro. Crecerán juntos, se llevarán bien. Yo conozco de animales, puedes estar tranquilo, te aseguro que no habrá problemas.

Y parece que el dueño del perro tenía razón. Los animales crecieron juntos y se hicieron amigos. Era normal ver al conejo en el patio del perro y al revés. Los niños estaban felices con la armonía entre los dos animales. Pero un día, un viernes para ser exacto,  el dueño del conejo fue a pasar un fin de semana en la playa con su familia pero no se llevaron al conejo.

El domingo, por la tarde, el dueño del perro y su familia estaban merendando, cuando entró el pastor alemán a la cocina. Traía el conejo entre los dientes, todo inmundo, sucio de sangre y tierra, por supuesto que estaba…..¡muerto!

Toda la familia se enfureció contra el animal y le pegaron de forma desmedida atándolo, después, a un árbol del jardín. Todos estaban muy preocupados pensando que su vecino había tenido la razón. No sabían qué iban a hacer. Curiosamente les indignaba la falta de civilidad de su perro y cómo éste había procedido arteramente en cuanto se dio cuenta de que sus dueños habían abandonado a su mascota. No había tiempo que perder pues en unas horas más sus vecinos iban a regresar. Todos se miraban y se preguntaban: ¿Ya pensaron como quedarán los niños?

El perro, estaba afuera llorando, lamiéndose las heridas. No se sabe exactamente de quién fue la idea, pero parecía infalible:

 - Vamos a bañar al conejo, dejarlo bien limpio, después lo secamos con el secador y lo ponemos en la casita en su patio .

¡Y así lo hicieron! Hasta perfume le pusieron al animalito.

 - ¡Quedó como dormido! - dijo uno.

 - ¡Parece vivo! - decía otro.

Y allá lo pusieron, con las piernitas cruzadas, como conviene a un conejo durmiendo. Al poco tiempo vieron llegar a los vecinos y en minutos se comenzaron a escuchar los gritos de los niños… ¡Lo habían descubierto! No pasaron cinco minutos y el dueño del conejo vino a tocar a la puerta. Estaba blanco, asustado. Parecía que había visto un fantasma.

 - ¿Qué pasó? ¿Qué cara es esa? - le preguntó el dueño del perro con cara de incocente.

- El conejo… el conejo… - dijo el vecino.

- ¿El conejo qué? ¿Qué tiene el conejo? - continuaba preguntando el dueño del perro - ¿Murió? ¡Si hoy por la tarde parecía tan bien!

-¡No, hombre! ¡No murió hoy, nuestro conejo se murió el viernes!

-¿El viernes? ¿Cómo el viernes?

-¡Sí fue antes de que fuéramos al la playa, y los niños lo enterraron en el fondo del patio, y ahora lo encontramos ¡afuera! hasta bañadito y perfumado…

REFLEXION

 La historia termina aquí. Lo que ocurrió después no importa, ni nadie lo sabe. Pero el gran personaje de esta historia es el perro. Imagine al pobre animal, desde el viernes, buscando en vano a su amigo de infancia. Después de mucho olfatear, descubre el cuerpo muerto y enterrado. ¿Qué hace? Con tristeza desentierra al amigo y va a mostrárselo a sus dueños, quizá esperando que le salvaran la vida.

No cabe duda que con frecuencia los humanos continuamos juzgando a los demás por las simples apariencias y los condenamos sin estar absolutamente seguros de los acontecimientos; sin verificar lo que realmente ha sucedido.

 Otra lección que podemos sacar de esa historia, es la tremenda capacidad que tenemos de deformar la verdad, buscando tramposamente la forma de evitar las consecuencias de nuestras malas acciones, actuando siempre en busca de nuestros beneficios personales.

 Para enseñar a los pequeños a no decir mentiras, es indispensable que nos vean a nosotros comprometidos con la verdad, pase lo que pase.

 
Fuente http://joc.blogsome.com escrito por Gentileza, Emilia Nahas Canavati (Monterrey – Mexico)

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