jueves, 29 de marzo de 2012

El loro pide libertad


Ésta es la historia de un loro muy contradictorio.
Desde hacía un buen número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía.
Cierto día, el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té. Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente: –¡Libertad, libertad, libertad!
No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad.
Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza.
Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”. Pasaron dos
días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto le atribulaba el estado del animalito que decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro.
Un día después, el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad, libertad!” Al invitado se le partía el corazón. ¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito?
Presto, se acercó a la jaula y abrió la puerta de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía gritando:
“!Libertad, libertad!”
*El Maestro dice: Como este loro, son muchos los seres humanos que dicen querer madurar y hallar la libertad interior, pero que se han acostumbrado a su jaula interna y no quieren bandonarla

jueves, 22 de marzo de 2012

La tortuga y los patos

La tortuga estaba aburrida de andar siempre por el mismo jardín.
- ¡Ah! -decía-. ¡Cuánto me gustaría viajar y ver mundo!
Pero camino tan despacito que no llegaré muy lejos.
Dos patos la oyeron y se ofrecieron a ayudarla.
- Inventaremos un aparatito para que puedas viajar -le dijeron.
Entonces tomaron un palito y, entre los dos, lo sostuvieron con el pico. La tortuga no tuvo más que prenderse con los dientes del palo y los patos remontaron vuelo y la llevaron
por el aire.

¡Por fin pudo ver las copas de los árboles, y los techos de las casas! De pronto, se sintió tan poderosa, tan importante, que empezó a gritar:
- ¡Soy la Reina de las tortugas!- ¡Miren…cómo… vue… lo!...
¡Miren… cóo… o… o…
Pero, al abrir la boca, tuvo que soltar el palito y cayó a plomo.¡Pataplúm! Cayó en el pasto y se dio un gran porrazo, tan grande que estuvo dos días quejándose:
- ¡Ay, ay, ay, ay! ¡Por creerme la Reina de las tortugas, ahora soy la Reina de los chichones

!Nunca hay que creerse demasiado importante. Porque se puede subir de repente, como la tortuga. Pero también se puede volver a bajar.